También conocido como Disfasia, los trastornos específicos del lenguaje (a partir de ahora T.E.L.) se caracterizan por presentar, desde el inicio de la adquisición del lenguaje, retraso y una distorsión significativa en las habilidades lingüísticas. El problema generalmente persiste durante todo el ciclo vital; en algunos casos más graves el T.E.L. afectará a la producción y comprensión del habla hasta la vida adulta y en otros casos más leves la alteración se podrá percibir a través de la expresión escrita, el uso del discurso complejo o en trabajos mentales apoyados en el lenguaje, como el cálculo. Por último, según las definiciones de T.E.L., habría que tener en cuenta que es una dificultad específica, pues no depende de un déficit sensorial, motriz, intelectual, social o emocional.
Los niños con T.E.L. son niños que tardan en hablar, con lenta adquisición del lenguaje que en ocasiones se presentan con una pérdida de los primeros sonidos o palabras. Son niños que compensan este retraso lingüístico con gestos y que cuando finalmente aparece el tan esperado lenguaje, pueden presentar distorsiones en la formación de frases (que afectará al discurso narrativo), distorsiones en la pronunciación de fonemas (que dificultará al receptor la comprensión del mensaje emitido por el niño), dificultades en la comprensión del lenguaje (que conllevará inevitablemente a problemas conductuales y sociales) y dificultades a nivel semántico y la pragmático (que afectan al uso social del lenguaje, como coherencia del discurso e interpretación de dobles sentidos).
La clasificación de los T.E.L. según Rapín (1996) presenta diferenciaciones en la categorización según las características del lenguaje afectado, como serían:
1.- Trastornos del Lenguaje Expresivo; característicos por problemas articulatorios y habla ininteligible.
2.- Trastorno del lenguaje expresivo – receptivo; que puede variar desde una agnosia verbal auditiva (donde se presentan serias dificultades para comprender el lenguaje) a un déficit donde se presenten dificultades de articulación y sintaxis, además de las dificultades comprensivas.
3.- Trastornos de procesamiento de orden superior; donde tenemos sujetos con dificultades en el léxico, la semántica y la pragmática.
Para realizar un adecuado diagnóstico de T.E.L., es muy importante acudir a un profesional que conozca los criterios de identificación del trastorno y que además realice una adecuada diferenciación entre los Retrasos Simples del habla y los Trastornos Generalizados del Desarrollo (con el que se pueden encontrar algunas características sobre todo en edades muy tempranas).
Hay que tener en cuenta que el indicador que nos permite diferenciar un T.E.L. de un retraso simple del lenguaje, es que el T.E.L. es de carácter duradero y es resistente al tratamiento; sin embargo el retraso simple se reduce con el tiempo y responde bien al tratamiento. No por ello, debemos de abandonar el tratamiento de forma temprana.
Las primeras señales de alerta se producen entre los 24 y 30 meses donde la familia comienza a preocuparse y a comparar el desarrollo lingüístico de su hijo con otros niños de su edad. Es este momento donde deben de tomar la decisión de hacer un diagnóstico diferencial y comenzar a ayudar de forma guiada a través de un profesional el desarrollo comprensivo y expresivo del lenguaje.
La familia puede ayudar desde el comienzo, cuando aún solo existe la sospecha de que el niño tenga el trastorno, proporcionando sistemas aumentativos de la comunicación (a través de imágenes), agendas visuales (que funcionan muy bien para regular los problemas de conducta), dar modelos lingüísticos adecuados, evitar conductas de sobreprotección o rechazo, usar gestos naturales para mejorar la comprensión y hablarles más despacio. También es importante hablar de manera sencilla, pero correcta (evitar diminutivos y uso de onomatopeyas para nombrar acciones, juegos u objetos), dejar que se exprese libremente (no responder por él), pero sobre todo actuar de forma positiva con el niño, halagando sus avances y alentándole al progreso.
El tratamiento debe de hacerse a través de un programa individualizado, intensivo y prolongado en el tiempo. El programa debe de estar basado en la evaluación realizada y debe de hacerse revisiones de forma periódica. Es muy importante una buena comunicación entre terapeuta-familia y escuela.
Es frecuente que el alumnado con T.E.L. necesite apoyo especializado en el área escolar, valorando caso por caso habrá que decidir si es necesario diseñar una adaptación curricular individualizada para el colegio. Durante la etapa de Educación Primaria, no debe de implantarse una adaptación curricular de inmediato, pues el objetivo general con el que se debe de actuar es reintegrar al niño al currículo ordinario.
Como dijo Ludwing Wittgenstein, filósofo austriaco: “Los límites de mi lenguaje, representan los límites de mi mundo”. Deberíamos de hacer un ejercicio de concienciación y plantearnos a partir de este momento la importancia que padres y profesionales (sobre todo pediatras y otros profesionales de la salud, donde la familia confía plenamente en las orientaciones de éstos para el buen desarrollo de su hijo) dejemos de pensar en el clásico “ya hablará”, pues una intervención temprana, orientaciones centradas en la familia y en la escuela, una estimulación adaptada al perfil neurolingüístico del niño mejorará no solo el desarrollo del lenguaje de nuestro hijo, sino también su conducta y las relaciones sociales afectadas de manera secundaria a este trastorno.